«El hombre no es lo que dicen que es, sino lo que come»

Como parte de su trabajo en Residencia Caníbal el artista español Rigoberto Camacho se interesa por romper algunas estructuras e imaginarios sobre el canon, la belleza y la identidad de los cuerpos, cruzando una serie de rostros de rasgos afros con frutas y alimentos tropicales que hablan de la forma en la que los caribeños han forjado sus fuerzas e identidades corporales. Nos plantea un camino sobre la manera en la que los procesos alimentarios han influenciado culturalmente la construcción de un cuerpo Caribe, el cual podemos asumir como un cuerpo producto de lo que come. La idea de un cuerpo asimétrico, diverso y con una fuerza diversa del color y la espiritualidad que descompone cualquier posición sobre una raza pura y superior en la humanidad.

En este grupo de esculturas realizadas en plastilina y yeso podemos apreciar once cabezas, dos cráneos y una serie de frutas y alimentos como bananos, mangos, aguacate, yuca y maíz, a través de las cuales hace un cruce radical que desmantela las concepciones eugenesistas sobre el buen origen y el mejoramiento hereditario de la condición humana, precisamente porque establece la condición mestiza y sincrética como un nuevo orden a la hora de relacionar al hombre con su entorno social y natural. Por ejemplo, este tejido que impone lo cultural sobre lo racial, muestra al público la relación antropomorfa que se ha establecido culturalmente entre la fuerza corporal y un tubérculo como la yuca. Esto nos pone a pensar en el sentido diverso en el que se ha cultivado el imaginario de raza en un territorio como el Caribe.

De alguna manera, Camacho hace foco en la necesidad de desentramar la jerarquías raciales que se han incrustado desde una base histórica en las relaciones de las sociedades contemporáneas. Señala con mucha fuerza el echo de los alimentos plantados en los procesos coloniales y los propone en un proceso de digestión visual.